lunes, 8 de diciembre de 2008

RESUCITO Y MUERO



“-Olvida todo lo que has visto hasta ahora, aquello que te han contado desde niño. Te haré ver la luz, pero tienes que seguirme e ir cerrando las puertas a tu paso. Nadie debe conocer el destino de nuestro viaje.”

Claudiqué. Era demasiado esperanzador el mensaje como para rechazar la oferta. Fui al vestidor de la antigua alcoba y descolgué del galán la chaqueta roída de mi abuelo Rafael, me anudé al cuello la bufanda y comencé a caminar firmemente tras la cautivadora voz que me arrastraba a quién sabe dónde.
Nevaba. La gente encogía sus hombros como si con este gesto la nieve dejará de mojarles. Mis pasos eran lentos, pero mi alma quería salirse de esta cáscara con la que nacemos los mortales. Seguí adelante, sin miedo, aunque con la lógica sensación de que algo diferente iba a pasar en mi vida.

Entramos la voz y yo en un caserón muy viejo con las puertas carcomidas, las paredes cubiertas de humedad y de huellas del pasado, y marcos de cedro que ocultaban caras descoloridas por el tiempo y la soledad. La voz me dijo:

“-Bueno amigo, ¿dónde quieres morir?
-¿Morir? -dije temblando de escalofríos.
-Exacto.
-No quiero morir, me gusta la vida. Necesito seguir con los míos, me quedan muchas cosas por hacer. No puedo acabar e irme así, se lo ruego, déjeme más tiempo en el mundo, los míos sufrirían demasiado y yo..., soy joven. ¿Por qué tan pronto?”
La voz, tras unos segundos de silencio:
“-¿Piensas que soy la muerte? Tranquilo. Debes morir de todo para renacer a la vida. En ti existe demasiado dolor, veo luto en tus ojos y soledad en tu vida. Tu corazón está más deshilachado que esa vieja chaqueta con la que pretendes asirte al pasado. Te ahoga la bufanda, tu paso débil sobre la nieve, observando a los demás, muestra tu miseria, tu falta de amor hacia ti. Muere de todo esto y resucita. ¿Dónde quieres morir?
-Quiero morir en mi casa, a los pies de mi cama, donde empezó todo una mañana, y resucitar en La Antilla sobre la arena mojada ante un cielo azul inmenso.
-Trato hecho.
-Un momento -le dije a la voz que cada vez parecía sonar más lejos -, ¿eres Dios?
-¿Quién sabe? Piensa que soy tu mejor amigo, tu hermano, tu padre, tus sueños, tu música, tus versos, piensa que soy tú.”

1 comentario:

PATRICIA VELA dijo...

ello BELLÍSIMO