lunes, 8 de diciembre de 2008

LOS LIBROS Y LA ESPERANZA


Todo estaba apunto de acabar en la tierra de la desesperanza. Los más poderosos habían acumulado demasiada riqueza y gobernaban el mundo, todo se regía por una única ideología: La del dinero.

Hace mucho que todas las librerías del país se habían convertido en sucursales bancarias, los poetas en banqueros y las musas no eran más que divisas depreciadas. Nadie dudaba de la importancia que suponía mantener un nivel de vida acorde a una sociedad de bienestar y consumo, la cultura como elemento secundario serviría para saciar los caprichos de aquellos que quisieran, muy de vez en cuando, recordar los atisbos sentimentales que florecían inconvenientemente.

Los escritores que se consideraron malditos en otras épocas volvían a serlo, quedaron prohibidos los versos que animaran al llanto, demasiada fragilidad para quien pretende competir por su futuro. La música fue reducida a las sintonías de las cuñas de radio y de algún que otro Spot de Televisión vendiendo productos que nadie necesitaba pero que daban imagen y embellecían aún más los cuerpos esculpidos por la cirugía y la silicona.

Ni una sola emoción, ni un sólo resquicio de entusiasmo para la lírica sensual y romántica, las paredes contenían pantallas de plasma con proyecciones de mítines de líderes políticos, desaparecieron las galerías de arte, los pintores se transformaron hoy en diseñadores de armamento.

Pero un día cualquiera, en una pequeña ciudad de quien sabe donde, tras dinamitar unas montañas para una nueva autopista, bajo las piedras, encontraron cientos, miles de libros que misteriosamente sobrevivieron al holocausto empresarial y político. Los poetas abandonaron los bancos, los escritores volvieron de su destierro, los pintores abandonaron las armas, los músicos sucumbieron a la armonía y entre libros y más libros, recuperaron la esperanza, renacieron a la vida y fueron al final simples seres humanos, con toda la grandeza que esto significa.

De nuevo los libros, como siempre, trajeron la esperanza al mundo.

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