lunes, 4 de agosto de 2008

El poeta y sus miserias

Me hundo, lo noto en cada verso, mis poemas están vacíos faltos de ritmo, decadentes, obtusos, no soy más que un palmada en la espalda, un bufón de pacotilla en un mundo de asfalto. Soy pobre he perdido lo que era, no me envidiéis, que a nadie se le ocurra admirar mi arte, no existe señores es una farsa, es una bohemia aprendida, mi pelo largo y mis gafas con aire de intelectual, son sólo una imagen.

Todo es aprendido, tal vez soñado, soy un pobre aprendiz de nada, un bache en ningún camino, un pregón pasajero, la noche que todos quieren porque rebosa de alcohol y poesía, pero que al amanecer abandonan por que cansa y duele.

Dejadme a un lado ese es mi consejo, olvidad a este trovador de infamias, a este rebelde sin causa, que cambia de color por miedo, y lleva equipaje de dolor en su maleta, desahuciádme, es mi mejor consejo, de veras lucharía por cada uno de vosotros y me rendiría a mi propia muerte, no creo nada, y sólo creo en una imagen de madera, quien puede querer a un hombre como yo, sólo un loco, que una vez creo creyó que conoció a un ser distinto, Malhaya sea la hora, creedme amigos, A vuelapluma es mentira, quien escribe es falso y embustero, olvidad cuanto he escrito, y por favor, tened compasión de mi.

Vivo desde niño en la calle fantasía, allí crecí entre poetas, entre verdaderos poetas, Bécquer me dijo: olvídate no llegarás muy lejos, entonces viajé a Neruda y me hizo ver la realidad de mi fracaso, Omar kayan burló a mis adelfas y Lorca comprendió que decidí morir mi vida cada día, Rafael de León se apoyo en Quintero, y Almafuerte me bendijo, tanto calor le rebosó el alma, el maestro Cortez lloró a mi lado y Altolaguirre frunció el ceño, comprendí que era la hora de la despedida, el momento exacto el que debía olvidar todo aquello que me aconsejo Alberti, todo el amor que me dio sin merecerlo Shakespeare o la negra altitud de Kavafis, todo fue innecesario, el incensario de mi final, la derrota certera y lastimosa de mis miserias, ni Alexaindre, ni Machado, ni Demófilo ni Juan Ramón, ni siquiera el amigo Fernando Lastra, ni Benítez Carrasco, nadie vino a mi encuentro, todos conocían de primera mano, la visita de la parca a mi casa.

Adiós bastardos, políticos rastreros pedigüeños de esperanza, putas de tristes esquinas, crápulas del ingenio, adiós cordera, adiós.

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